Llevo tres horas escribiendo. Creo, como algunas autoras dicen, que soy una especie de médium, que se dedica a transcribir algo que cuentan otras personas. Y lo peor de todo (o lo mejor) es que viven en mi cabeza. Ahora, de hecho, la habitan demasiado. Me interrumpen la siesta, el café y hasta las caricias. Una especie de locura pasajera, o eso quiero creer.
Dolores es una de las protagonistas de mi próxima novela. Y ella, hoy, me ha regalado el título. Creo que sabe que dudo mucho, que no me decido, que lo cambio varias veces porque ninguno me convence. Así que hoy, mientras me relataba lo enfadada que estaba con la vida, lo ha pronunciado en un susurro, aunque yo la he escuchado. Esto es lo que me pasa con mis protagonistas. Son ellos los que deciden. Y me siento una estafadora contando historias de otros. No aporto ni el título, que ya es poco aportar en un trabajo como el de la escritura.
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