Hace dos años de la publicación de esta novela y todavía no creo que siga dándome tantas alegrías. Fue una historia que surgió casi sin pensarlo. Tenía un escenario, la playa, y la idea de una joven que regresa a un lugar donde transcurrió su infancia. Revivir aquellos días en los que la inocencia y la tranquilidad lo impregnan todo. Y así comencé a escribir esta historia. También supe, casi desde las primeras líneas, que no iba a ser tan fácil para Claudia. Por eso todos los detalles eran importantes, el pelo, el color del vestido, su color de piel. Después apareció Dani, porque ella necesitaba alguien con quien dialogar, con quien compartir esos días de infancia. Él también llevaba una pesada maleta a cuestas.
Sin saber muy bien cómo ocurrió, tomaron el control de la historia, de cómo se reconocían, cómo revivían tiempos pasados, cómo escondían pasados y lanzaban futuros. Ellos decidieron qué les iba ocurriendo y ellos decidieron que nada podía ser tan fácil. Y se lanzaron a un vacío del que nunca supe cómo rescatarlos.
Por suerte vinieron a rescatarme otras protagonistas, otros personajes que iban a llevarme de la mano por una historia repleta de amor, dolor, vida y tragedia. Como escritora me sentía fuera de la novela, poco me dejaban hacer (ya me conocéis). Como narradora, me negué a salir de ese mundo. Un juego narrativo que supuso un reto, pero entiendo la literatura como tal, como un aprendizaje en el que sentarme cara a cara con mis personajes, con una historia que desconozco y con un mundo que me es ajeno (o casi).
Y hoy, dos años después, cuando veo algunos de vuestros comentarios en redes me doy cuenta de que Claudia y Dani siguen volando libres. En vuestras casas y en vuestra imaginación. No sabéis lo feliz que me hacéis. Lo feliz que me siguen haciendo. Si quieres conocer más de estos personajes sigue los enlaces. Reseña en El blog aurisecular
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