Hay que escribir con la puerta cerrada y reescribir con la puerta abierta.
Esta frase es de Stephen King. Es una (re)lectura que estoy haciendo con el club de lectura Atreyu y la verdad es que disfruto muchísimo recordando algunos de los pasajes más importantes que cuenta este libro. Y quizá esta afirmación es una de las que más me ha influido en el proceso de escritura. Casi siempre he escrito con la puerta abierta (o entreabierta). Me parecía significativo ir contándole a alguien mis ideas y cómo las iba plasmando en el papel. Y siempre pensé que lo importante era saber si lo que quería decir era lo que había dejado apuntado en unas cuantas hojas. No necesitaba que alguien me alabara; al revés, lo que me interesaba era que me criticara para seguir adelante. Pero tiene el maestro la gran teoría de que es mejor cerrar la puerta, concentrarse, y no pensar en quienes te leerán después. No importa si son dos, tres, o miles.
Hay que creerse lo que uno escribe, borrar hasta la saciedad, reescribir otro tanto, y dejar reposar. Pasado el tiempo de descanso, se retoma, se corrige y entonces sí, puedes abrir la puerta. Esa es mi nueva estructura. Pueden saber sobre qué estoy escribiendo, cuánto he escrito ese día, las veces que he corregido el mismo capítulo, pero nunca leo, ni doy a leer, mi futura novela.
Y sí, como veis, parece que el maestro me ha influido más de la cuenta y últimamente siempre acabo hablando de él.
Quizá no haber conseguido acercarme a su literatura (no soy nada de terror) me haya hecho caer en esta especie de manual, que no llega a serlo. Lo cierto es que cuando adquirí el libro pensé en que alguien de la talla de este autor me podría enseñar alguna cosa sobre cómo escribir, o al menos, cómo mejorar. Pues al final he descubierto que no dice nada que no supiera (o supiéramos), pero que la manera en la que lo dice, la forma en la que lo cuenta, es la que hace que prestes atención. Y sobre todo, a mi parecer, es esa manera en la que se desgarra, se abre por dentro y cuenta sin pudor todo lo que acontecía al tiempo que iba escribiendo algunas de sus mejores novelas la que hace de esta novela un imprescindible.
Ahí, al menos para mí, radica el éxito de este texto, y casi seguro, de cualquiera de todas las novelas que se escriban. Hay que desgarrarse, contar esa verdad (aunque no sea tuya), sentirla desde las entrañas hasta el estómago, vomitar lo que se lleva dentro, abstraerse en esa locura mágica que es el proceso de escritura. De hecho, la primera frase que se puede leer en este no-manual es la siguiente: “Lo mejor es ser sincero” (Proverbio).
De eso, me parece, va este libro. De sincerarse, con uno mismo, con los lectores y también con la escritura.
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