El pasado lunes celebramos la IV Jornada de Escritoras Mediterráneas. Además de las conferencias de María Pareja y María Teresa Espasa, se entregaron los Premios Mediterráneas 2024 a Parques abandonados, de Jorge Ortiz (poesía breve); "En defensa de la palabra", de Patricia Crespo (prólogos), y a Un canal nuevo, de Victoria Enguídanos (teatro breve).
Tuve el placer de entregar este último premio. A petición de la autora, incluyo aquí las palabras que le dediqué.
Patrice Pavis define el teatro hecho en función de escenarios reales y dice que la inserción de un texto en ese lugar le confiere una nueva luz, una fuerza insospechada que instala al público en otra relación frente al texto, al lugar y el propósito. Así nos sentimos el jurado. Instalados en otra relación, porque pocas veces una propuesta tan breve esconde tanta verdad.
Se habla de la diferencia de géneros, de patrones literarios. De la lírica independiente del teatro. Del drama independiente de lo narrado. Pero cuando leáis este texto, sólo veréis poesía, y me aventuraría a decir, también filosofía.
Hay mucho de nosotras, las mujeres, lo que nos enseñaron que debíamos ser: madres, esposas, cuidadoras, amantes. De ser mujeres nos hablaron poco. A aguantar, sí. A aguantar, a veces, incluso a unas madres que nos tocaron, aunque tuvieran esa desconexión emocional que se traslada, como una célula dañada, de madres a hijas.
REPARTIDORA: Yo también estoy lejos de mi madre y no la odio. Lo que odio es su patrón heredado. Lo que espera de mí; ese mandato interno que tácitamente intenta transmitirme para que lo cumpla sin cuestionarlo.
Falsas creencias acumuladas durante siglos. Sveta y la Repartidora también son víctimas de su tiempo. De la incomunicación generacional. De las relaciones humanas. Cada una en su propio dolor.
Este texto aborda un problema que es de siempre; el de madres e hijas; el de seres humanos que se autodestruyen, el de la incomprensión humana. De guardar silencios. Victoria ha creado, en muy pocas páginas, un retrato social, el del machismo que se impregna hasta las entrañas. Clímax y catarsis. Alguna lágrima. Y una esperanza, la del diálogo como vía para reconstruir un mundo al que ya no somos ajenas, del que hemos tomado protagonismo.
El diálogo para superar la soledad.
La palabra, no como arma, no como grito; la palabra como esperanza, como necesidad.
SVETA: Quizás a tu madre le ocurra lo que a mí: Sufro y no entiendo. Solo sufro. No sé sintonizar ese canal nuevo del que hablas. No sé cómo aprender a hacerlo. Yo solo quiero que vuelva mi hija.
Desde siempre nos quitaron el canal que nos comunicaba. Y hoy, día de las escritoras, debemos buscarlo, encontrar la palabra, dialogar, resintonizar y hablar de encuentros, de abrazos, de dolor, si es necesario. Llorar y abrazarnos. Pero dialogar. Siempre dialogar.
REPARTIDORA: Llámela. Usted es la madre y siempre tendrá ese poder inconsciente sobre ella.
Dice Arthur Miller que "El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma".
Con este texto, Victoria nos hace una brillante fotografía de esa humanidad. ¡Felicidades!
A veces, ser jurado de unos premios, te regala lecturas como esta. Teatro del bueno.
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