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Foto del escritorRoseta

Misericordia, de Benito Pérez Galdós

Actualizado: 26 may 2020

Final del XIX. Cambio de siglo. Miseria en las calles. Quizá siempre miseria para los mismos, misericordia para los mismos. Las clases humildes caminan por la ciudad, buscando, rebuscando; suplicando que alguien les dé eso que la vida les negó. Caridad, limosna, algo de misericordia. Así lo retrata Galdós (10 de mayo de 1843 – 4 de enero de 1920) en su novela Misericordia, una de las obras que más ahonda en ese Madrid de los suburbios. Benina es su protagonista, una mujer que sabe lo que es la burguesía, porque le tocó servir a los burgueses, porque la vida no fue tan condescendiente con ella, porque están los de arriba y los que siempre, siempre, se quedan abajo. Aunque estos burgueses, ahora, ya no lo son tanto y ella decide, en su misericordia, salir a mendigar, no para ayudarse sino para ayudarles.

Como bien expresa Almudena Grandes: “Un milímetro más acá sobrevive Benigna, la señá Benina, Nina; tres nombres diferentes para un personaje que encarna la dignidad del pueblo español en el contexto de la crisis más feroz”.

Antítesis de ella, doña Paca, que ha gastado toda su fortuna, la ha dilapidado en materialismos que ahora no le devuelven el bienestar de años pasados. Sus hijos Antoñito y Obdulia, casi lo mismo. Ninguno de los tres consigue esa calma, esa espiritualidad que rebosa Benina.

Antoñito deja a su madre y a su hermana solas, sin ingresos, una vez se casa. Obdulia hace lo propio, pero su matrimonio con don Luquitas se convierte en una pesadilla de la que no puede escapar. Se salvan de la indigencia gracias a la misericordia de la “señá” Benina que sale a mendigar y engaña a su “ama” diciéndole que va a cocinar a casa de don Romualdo, el sacerdote imaginario. Casualmente el mismo personaje que, de pronto, deja una herencia a doña Paca con la que poder salir de la miseria.

La miseria espiritual contrasta con la de los mendigos que pasean por el Madrid de finales de siglo; con el ciego Almudena (el más visionario de todos) o con Benina (la más realista y a la que más interesaría creer en fortunas imprevistas).

“En Misericordia me propuse descender a las capas ínfimas de la sociedad matritense, describiendo y presentando los tipos más humildes, la suma pobreza, la mendicidad profesional, la vagancia vicios, la miseria, dolorosa casi siempre, en algunos casos picaresca o criminal y merecedora de corrección”.

Madrid se convierte en personaje, hostil, como casi todas las ciudades con ese tinte grotesco, contradictorio. Las altas cúpulas contrastan con los bajos fondos. La iglesia de San Sebastián, edificio bifronte, fealdad risueña, contrasta con la esencia de Benina, dibujada casi como una santa.

“Galdós, creador de personajes femeninos extraordinarios, a través de los cuales contó el mundo con tanta ambición como la que desplegó en sus personajes masculinos, deposita en Benigna, en su nobleza, en su generosidad, en su ternura, la última de sus esperanzas. Ella representa la frágil hebra de vitalidad que conserva el imperio moribundo, ensimismado y mohoso, que tal vez aún merezca la oportunidad de renacer”. (Almudena Grandes)

Misericordia es, sin lugar a dudas, una novela imprescindible. Una novela que guardas en la memoria, siempre.

Si queréis ahondar más en esta obra podéis consultar estos dos enlaces, donde se analiza la obra desde diferentes perspectivas.

Germán Gullón

Almudena Grandes:



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