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Foto del escritorRoseta

Me quedé en blanco

Aprender a desbloquearme. Esa es una de las frases que más se repitió en el primer encuentro que tuvimos con las alumnas y alumnos del Taller de Creación Literaria. En cada clase el miedo latente a esa página en blanco ha sido tema recurrente. Nuestra respuesta siempre era: hay múltiples ejercicios para que no ocurra, no te agobies. Y entonces, les enunciábamos algunos de los recursos con los que pudieran sentirse seguros de que jamás se quedarían en blanco.

Hoy, tras quince días sin poder acercarme a este blog, me he puesto en marcha (has estado de baja literaria, me decían ayer mis alumnas). Estaba emocionada; quería contaros mil cosas que han surgido a lo largo de los días... Pero no he encontrado nada detrás de las ganas, solo una página en blanco que me desafiaba. Ha vencido esa batalla, hoy al menos. Me resisto a creer que mañana no seré capaz de aplicar mis métodos, mis consejos; que no seré capaz de contaros los proyectos literarios, las escrituras al aire cuando observaba desvencijarse a un anciano, mientras el agua recorría su arrugado cuerpo; he visto cómo la vida se agarraba fuerte a esos pliegues que asoman por su piel; he escrito historias de su pasado y de su presente; de la angustia, el miedo, la rabia, la impotencia. He visto menguar su cuerpo, lo he visto descomponerse e intentar recomponerse. Le he visto caerse y volver a levantarse como si el tiempo no pudiera posarse en su cuerpo. He mirado su paso cansado, la tristeza en los ojos, el llanto escondido, la mentira piadosa.

La piedad no existe cuando el cuerpo te vence, cuando el alma se resiste al final, cuando la luz se recuesta en tus piernas cansadas; cuando el andar se hace eterno, duro; cuando la mirada se pierde a través de una ventana. He observado a la vida, tan lejana. He tomado conciencia del presente, del futuro incierto. De la nada. Del cuerpo que se rompe, se desvencija, y cae.



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