Dicen los entendidos que para aprender a escribir primero hay que aprender a leer. Dicen también, que toda narradora debe profundizar en la tradición y leer a los grandes autores, y que eso incluye las escrituras contemporáneas. Dicen que, quizá, una persona no se convierte en gran escritora sin haber leído a Cervantes, Clarín o Galdós. Y que, casi seguro, estas personas aspirantes a narradoras deberían leer en todo momento, a todas horas. Incluso deberían dejar que se les cayeran los ojos de tanta lectura.
Esta frase me ha recordado otra. Aquella de la autobiografía de Jean Rhys en la que Meta, su niñera, le decía: “Si lees tanto, ¿sabes lo que te pasará? Se te caerán los ojos y te mirarán desde la página.” A lo que ella respondió: “Si mis ojos se caen, no los veré.”
Así que, una aspirante a narradora, ha pensado seguir este consejo (como si nunca jamás hubiera leído la tradición helénica, los clásicos, Cervantes o Clarín) y seguir leyendo hasta que los ojos se le caigan, porque los libros, los buenos, por fortuna, no se acabarán.
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