Supongo que a todos nos ha pasado querer hacer alguna cosa y posponerla. Lo dejamos todo para más tarde, para otro mes, para otro año. Después, nos fustigamos por esa decisión. Es curioso. Porque nunca pensamos que si lo hemos dejado para otro momento, quizás era la opción adecuada. Quizás hacerlo más tarde es mejor. Y os cuento todo esto, porque hace más de un año se me ocurrió que iba a escribir una historia sobre unas personas anónimas que vivieron durante la guerra civil. Personas anónimas que el día anterior fueron al campo a labrar sus verduras, a la compra, o al horno de su ciudad, porque no sabían que unas horas más tarde la historia se escribiría en negro. Os cuento esto, porque después de tener material, vídeos, artículos y entrevistas, no empecé a escribir. Recababa más material y nunca, en todo ese tiempo, me senté a escribir una línea. En todo ese proceso se coló otra historia (la de Claudia y Dani, de la que ya os hablé) y pensé: pues a por ella. Dejé mi material en un cajón y me sentí un poco culpable; un poco enfadada por no querer escribir esa historia.
Mientras Dani y Claudia asomaban a diario, mi otra historia no tenía personajes, ni vida. No me despertaba de madrugada para decirme ya estamos listos para salir al escenario.
Y un día, sin querer, después de más de un año de espera, Dolores vino para decirme que era el momento de recuperar su historia, de recordar momentos y de dibujar unas vidas, anónimas, pero igual de importantes que las demás.
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