Como se suele decir, cada maestrillo tiene su librillo. El mío, ver los escenarios antes incluso de ver a los personajes. Primero imagino la historia, su transcurrir por lugares. Una casa, una playa, la ciudad son los escenarios que vislumbré antes de pensar en Claudia y Dani. También un tren y un viaje que les cambia su vida para siempre. Con ellos, Verónica y Mario, Daniel y Paloma, Félix y Laura. Una historia, múltiples voces.
Esos lugares, escenarios, como me gusta llamarlos a mí, nacen de cualquier manera; a veces, incluso, pensando en otras historias, viendo una película, o caminando por la calle. Entonces pienso en ese paisaje que aparece, imagino ese lugar de día, de noche, en verano o en invierno. Después imagino quién vivirá allí, por qué pasea por ese lugar o quién decidió tomar un tren y no otro para hacer un viaje.
Y ahí, sí, llegan ellos. Transitan por esos escenarios y me piden que cuente su historia. Obedezco, ya que ellos se han molestado en visitar los mismos lugares que yo imaginé. Es ese momento en el que descubro que, durante un tiempo, ellos y yo compartiremos un pedacito de nuestras vidas. Y sonrío. Sonrío mucho.
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