Ayer tuvo lugar el primer diálogo de autoras que coordina la Plataforma de Escritoras del Arco Mediterráneo. Tuve conversación con la poeta y novelista Mar Busquets, y hablamos sobre literatura, referentes literarios y creación. Ella me preguntó por qué utilizo siempre una estructura teatral con diálogos muy vivos. Me siento afortunada cuando alguna lectora intuye esa forma narrativa en mis textos; porque, de alguna manera, soy hija del teatro. Me formé estudiando dramática y supongo que se me quedó en el ADN literario. Así que, pues sí, mis escritos tienen esa forma de Acto I, Acto II… y dentro de cada acto, sus escenas. Breve, casi siempre, porque a una obra dramática no le podemos dar mucho tiempo. Hay que mantener al espectador despierto, atento y siempre dispuesto al juego de la ficción. Y en ese juego, los personajes son los que cuentan la historia. Las acotaciones sirven para ayudar a ver una imagen, en muchas ocasiones dentro del imaginario colectivo. Por eso mis narraciones tienen pocas acotaciones y mucho diálogo. Quién mejor que los protagonistas para contar su historia. A fin de cuentas, como autora, soy una mera transmisora; como narradora, visualizo el entorno y poco más. Hasta ahí mi trabajo. Seguramente esa es la razón de que los personajes acaben haciendo lo que quieren, se rebelen, y aparezcan actores que nunca quise que existieran. Pero si llegan, quién soy yo para decirles que se vayan.
Quizá sea un acierto, o quizá no soy novelista; pero como también les conté ayer, escribo para salvarme, esa es la única pretensión, si es que hubo alguna en esto de la escritura. No hay mensaje en mis novelas (me preguntaron si había una intencionalidad); pues a lo único que aspiro es a contar una historia, un instante cualquiera en la vida de unos personajes, casi siempre tan reales como los que nos encontramos en la calle.
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