Dicen que las personas que nos dedicamos a escribir tenemos un montón de manías y estamos un poco locas. Seguramente será esto verdad, porque a mí cuando me hablan mis personajes y dejo que hagan lo que ellos quieran, pese a tener una trama bien definida, siento que me estoy volviendo un poco loca. ¿Personajes que me mandan? En fin, ya sabéis cómo va esto y las cosas que a mí me pasan. Aun así, hoy venía a hablaros (después de unas vacaciones por el Pirineo visitando a Helena Sabater) de las manías, esa segunda premisa de los escritores. También tengo unas cuantas: el lugar, el material, cómo recogerme el pelo, el móvil, y por si esto no fuera poco, la forma en la que escribo. Siempre primero en papel. Esa es mi primera versión. Apuntes se mezclan con historias que se cruzan en mi cabeza. Libretas y libretas en las que voy anotando los capítulos de la futura novela. Así es como nos presentamos; así es como desayunamos y nos tomamos unos cuantos cafés, escribiendo en tinta. Porque no creo que haya placer más hermoso que rescatar libretas y ver cómo se fue tejiendo la historia de tus protagonistas; de esos seres que, sin saber bien por qué, un día se convierten en personas que me acompañan allá donde voy.
Creo que sería incapaz de escribir una historia que antes no pasara por el papel, escrita en tinta (me da igual si es azul, roja, negra o de grafito, no tengo aquí manías, por suerte) esa vida de otros que se convierte en mía y que después consigo organizar. Porque en esas hojas, en esos primeros esbozos, no se crea toda la novela. Ahí, entre esas páginas, están los personajes aprendiendo a andar conmigo, levantándose y creciendo. También los espacios que pasean, dibujados de forma escueta (esta parte la desarrollo cuando ya decido darle a las teclas), sus relaciones (que no son como al principio pensé); en definitiva, su vida.
La tinta me permite acercarme y conocer su historia, vivirla con ellos, y a veces, hasta llorarla. Los siento parte de mí y esa es la manera en la que mis personajes me han enseñado a escribir, con paciencia, calma, entre líneas, y con algunas partes tachadas, porque la frase no cuadra, la palabra no es, el sentimiento tampoco.
Siempre me declararé amante de la tinta, del primer esbozo, del primer encuentro.
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